Los antisépticos se utilizan para mantenernos sanos. Debido a que todo lo que nos rodea, inclusive nuestro propio cuerpo, posee microorganismos es indispensable que actuemos para protegernos de la posibilidad de que estos gérmenes ingresen a nuestro cuerpo y lo infecten.
La piel es la mayor defensa natural del cuerpo a los factores ambientales incluidos los gérmenes. Es por ello que ante una herida, el tejido expuesto se encuentra vulnerable al desarrollo de una infección.
Ahora bien, es claro para nosotros que las heridas se pueden infectar, pero no siempre recordamos que en nuestro cuerpo existen además otras puertas de entrada que debemos preservar: los ojos y las mucosas. Las membranas mucosas son un revestimiento interior húmedo de algunos órganos y cavidades del cuerpo (como la nariz, la boca, los pulmones y el estómago) que se encuentran en contacto con el exterior (medio ambiente) y tienen la función de protección entre otras.
Nuestras manos son entonces la principal vía de transmisión de los gérmenes desde el ambiente (los objetos u otras personas) a las heridas de la piel, a los ojos y hacia las mucosas de la boca y la nariz. Asimismo, el aire mediante el transporte de gotitas con gérmenes que se eliminan con la tos o estornudos puede ser vector de microbios.
Desde aquí los gérmenes pueden ingresar y según su capacidad y el estado de salud de la persona, generar infecciones de las vías respiratorias (resfríos, gripe, COVID-19, etc.), gastrointestinales (vómitos y diarrea de las gastroenterocolitis), conjuntivitis, etc.